Una sayonara en el alma
No es el último samurai que es como pretende presentarlo ante incautos electores japoneses Shizuka Kamei, líder del Nuevo Partido del Pueblo (NPP) o Kokumin Shinto.
Tampoco es un estratega ni un estadista y, mucho menos, un político de honor.
Es simplemente Alberto Kenja, el peruano-japonés cuya biografía se resume en tres palabras: cobardía, mentira y traición.
Tiene asegurado Fujimori, sin lugar a dudas, un primerísimo lugar en la historia nacional de la infamia.
El diario que festeja sus habilidades como tránsfuga de nacionalidades resumió –casi con fuegos artificiales- la confirmación de su candidatura al Senado japonés, vía el salvavidas del NPP, con un vergonzoso “¡Sayonara!”
Curioso también el titular porque precisamente eso es lo único que tiene en el alma: Una sayonara.
Desde noviembre de 2005, que es cuando aterriza furtivamente en Chile, Fujimori se ha pintado, como nunca antes, de cuerpo entero. O sea como un incapaz esperpéntico sin la compañía de su socio en el poder Vladimiro Montesinos.
Porque sin su ex asesor y sin el aparato de coerción y chantaje que éste le construyó para gobernar, el extraditable es un muñeco despanzurrado con los resortes enredados en el cuello.
Aseguró que regresaba de todas maneras para enfrentar los procesos judiciales que tiene pendientes; afirmó que se sometería a los fallos de la justicia chilena sobre su extradición; juró que no intentaría huir a Japón otra vez.
Como siempre, mintió. Porque tras el informe de la fiscal Mónica Maldonado, Fujimori ya no está dispuesto ni a regresar ni a someterse a las autoridades judiciales sureñas pues para eso es su más reciente maniobra de fuga a través de su postulación como candidato parlamentario japonés.
Vale decir, la cobardía sudando por todos sus poros.
El plan no le ha caído tan inesperadamente pues sabemos ahora que antes de que el NPP le abriera esta puerta falsa, el sinvergüenza le pidió similar favor al Partido Democrático Japonés (PDJ) pero la respuesta fue negativa según ha referido su secretario general Yukio Hatoyama.
Y las explicaciones de algunos de sus seguidores tratando de justificar esta nueva traición de Fujimori son patéticas hasta la vergüenza ajena.
El colmo la desfachatez, sin embargo, viene por boca del propio Fujimori cuando promete que volverá para “caminar juntos por el camino del progreso”.
No hay nada que caminar junto a un traidor de la nacionalidad peruana. Su único camino aquí es el que lo conduce hasta la justicia.
Chile ha reaccionado con firmeza y serenidad a su artimaña escapista. No debe estar chino de risa.
También en http://igmayer.blogspot.com
No es el último samurai que es como pretende presentarlo ante incautos electores japoneses Shizuka Kamei, líder del Nuevo Partido del Pueblo (NPP) o Kokumin Shinto.
Tampoco es un estratega ni un estadista y, mucho menos, un político de honor.
Es simplemente Alberto Kenja, el peruano-japonés cuya biografía se resume en tres palabras: cobardía, mentira y traición.
Tiene asegurado Fujimori, sin lugar a dudas, un primerísimo lugar en la historia nacional de la infamia.
El diario que festeja sus habilidades como tránsfuga de nacionalidades resumió –casi con fuegos artificiales- la confirmación de su candidatura al Senado japonés, vía el salvavidas del NPP, con un vergonzoso “¡Sayonara!”
Curioso también el titular porque precisamente eso es lo único que tiene en el alma: Una sayonara.
Desde noviembre de 2005, que es cuando aterriza furtivamente en Chile, Fujimori se ha pintado, como nunca antes, de cuerpo entero. O sea como un incapaz esperpéntico sin la compañía de su socio en el poder Vladimiro Montesinos.
Porque sin su ex asesor y sin el aparato de coerción y chantaje que éste le construyó para gobernar, el extraditable es un muñeco despanzurrado con los resortes enredados en el cuello.
Aseguró que regresaba de todas maneras para enfrentar los procesos judiciales que tiene pendientes; afirmó que se sometería a los fallos de la justicia chilena sobre su extradición; juró que no intentaría huir a Japón otra vez.
Como siempre, mintió. Porque tras el informe de la fiscal Mónica Maldonado, Fujimori ya no está dispuesto ni a regresar ni a someterse a las autoridades judiciales sureñas pues para eso es su más reciente maniobra de fuga a través de su postulación como candidato parlamentario japonés.
Vale decir, la cobardía sudando por todos sus poros.
El plan no le ha caído tan inesperadamente pues sabemos ahora que antes de que el NPP le abriera esta puerta falsa, el sinvergüenza le pidió similar favor al Partido Democrático Japonés (PDJ) pero la respuesta fue negativa según ha referido su secretario general Yukio Hatoyama.
Y las explicaciones de algunos de sus seguidores tratando de justificar esta nueva traición de Fujimori son patéticas hasta la vergüenza ajena.
El colmo la desfachatez, sin embargo, viene por boca del propio Fujimori cuando promete que volverá para “caminar juntos por el camino del progreso”.
No hay nada que caminar junto a un traidor de la nacionalidad peruana. Su único camino aquí es el que lo conduce hasta la justicia.
Chile ha reaccionado con firmeza y serenidad a su artimaña escapista. No debe estar chino de risa.
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