28.7.07

Memo julio 2007 (un año después)

Economía blindada (hasta ahora): Las buenas cifras de la macroeconomía se han mantenido sustancialmente viento en popa. Sobran los ejemplos y todas las proyecciones auguran un desempeño similar para lo que resta del año y, acaso, para el 2008 también.
Comienzan a asomar también algunos indicadores positivos en el nivel microeconómico: reducción de la pobreza, aumento del empleo, mayor acceso a servicios básicos. Sin embargo, no es suficiente.
En este sentido, ni la mediocridad política –con sus excepciones - ni la última marea alta de protestas y movilizaciones han afectado en lo fundamental la bitácora exitosa de la economía que mantiene un blindaje que la preserva de todo lo que está fuera de ella. Y desde los tiempos de Alejandro Toledo. La pregunta es si así será siempre.
Horizonte de protestas: De la mano con la bonanza económica, la impaciencia popular se ha acelerado. Lo dicen los sondeos y las calles. Y es que crecen el producto y las ganancias empresariales, pero sigue siendo escasa y deficiente la redistribución de los recursos. Combustible idóneo para que la ansiedad y la necesidad se movilicen. Su horizonte es en general reivindicativo y de corto plazo, aunque el radicalismo politiquero haya tratado, en vano, de insuflarles aliento y dimensión de mayores alcances.
El Estado: Si algo había que asumir en serio desde el primer día de la nueva gestión era la reforma del Estado. No se ha empezado todavía. Y reformar en este contexto significa en primer lugar dotar de gerencia y administración de calidad a la esfera pública para redistribuir más rápido y mejor. Hay esfuerzos importantes pero la estructura estatal sigue siendo un lastre. El drástico recorte de sueldos públicos no ha sumado en esa dirección de cambio. El gobierno central todavía está a tiempo de asumir el reto. Le puede comenzar a ir mejor en varios campos. Y debe comenzar a comunicar más y en serio sobre sus obras y metas, y hacerle menos caso a su oreja derecha.
Gobiernos regionales: Son parte del Estado pero como que quieren desmarcarse y decir que son otra cosa. Cuentan con recursos inmensos pero hasta hora muchas quejas y discursos inflamados. ¿Qué están haciendo con todo lo que tienen? Siguen en la prédica de que la culpa de todo la tiene el gobierno central Y ya no es así. Las encuestadoras deberían comenzar a tomarle más seguido el pulso local a sus gobernados para saber cómo están evaluando sus gestiones. Es hora de ubicar su responsabilidad con el futuro del país.

14.7.07

Protestas y encuestas

El paro de 48 horas de la CGTP, la hasta ahora indefinida huelga del Sutep y las más recientes encuestas (Universidades de Lima y Católica) han coincidido esta semana en proyectar la sensación de que el gobierno encara su primera crisis política en serio al filo del primer año de gestión.
Las imágenes –y también las cifras- de estos días dan, en efecto, para pensar en esa dirección pero no necesariamente son fiel reflejo de la real dimensión y dinámica política de los múltiples y graves problemas sociales que habitan al país desde décadas atrás y no sólo desde hace un año.
Cualquier extraño al escenario nacional podría inferir a partir de las últimas protestas en las calles y las estadísticas de opinión pública que el gobierno ha ingresado inesperadamente en un disparadero complicado cuya solución política es de pronóstico reservado.
Es cierto que las paralizaciones y movilizaciones en Lima y el interior han dejando sentir su impacto.
Pero pensar que los movilizados tras la toma de carreteras y locales públicos o que los reunidos en un mitin en la Plaza San Martín representan a mayorías nacionales encausadas en esa órbita radical, o es ingenuidad o es predicamento militando en la lógica antidemocrática del derrocamiento del actual régimen.
Todas las izquierdas detrás de estas jornadas –muchas de ellas cargadas de deplorable violencia- han tenido cero protagonismo electoral desde 1990. ¿Han logrado en un año lo que no han podido en 17?
Y Ollanta Humala, aupado a las protestas en busca del espacio perdido, dilapidó en poco tiempo mucho de su caudal y lo ha seguido dilapidando. No lo ha recuperado, sin duda, en los últimos meses. Acercarse tan abiertamente al zurdismo radical e ideológico puede ser otro de sus yerros mayúsculos.
Más allá de contrastes, lo cierto es que en poco tiempo la impaciencia y el descontento populares se han acelerado.
La Universidad de Lima ubica la aprobación presidencial en la capital en 41.3%; la desaprobación casi en 50%. De marzo a julio la caída es de poco más de 20 puntos.
La cifras del sondeo de la PUCP van por ahí para Lima: 45% aprueba; 48% desaprueba. A escala nacional, sin embargo, el asunto se torna dramático: 35% vs. 59%.
El bajón viene dado, según esta medición, por el interior. De norte a sur y de centro a oriente, la desaprobación está entre 71% y 84%, números no necesariamente representados en las calles de estos días. Por lo menos, hasta ahora.