Por bobo no está sentado ahí
Después de tres audiencias, Alberto Fujimori encara el juicio por violaciones a los derechos humanos agitando algunas paparruchadas pro inocencia:
Por ejemplo, que desconocía totalmente las andanzas criminales del grupo Colina; que ignoraba las fechorías mayúsculas de su socio Vladimiro Montesinos; y que fue él quien salvó al país del terrorismo por lo que no debería estar sentado en el banquillo de los acusados.
Sobre esto último: los éxitos en la lucha antisubversiva no son una patente de corso para reclamar inocencia o impunidad sobre una larga serie de delitos.
El discurso tiene más de argumento perverso en la estrategia desfachatada de convertir la sala judicial en una tribuna política.
Por lo demás, las supuestas bondades del plan antiterrorista que puso en marcha –y que encargó a su ex asesor- son relativas.
Cuando cayó Abimael Guzmán, Fujimori estaba pescando y el “doctor” no estaba ni enterado de la operación.
Respecto de su relación con Montesinos: el golpista del 92 debe estar sudando la gota fría.
Ha dicho, entre otras boberías increíbles, que su cómplice mayor sólo fue un asesor de inteligencia dedicado a la pacificación y que fue desleal en el tramo final de su segundo mandato.
Fujimori desoyó – y no por ingenuo- todas las denuncias documentadas que advertían, desde 1990, sobre oscuro pasado como militar y como abogado.
En 1997, Canal 2 destapó los ingresos millonarios del hombre que trabaja 24 horas al día en SIN.
En 1999, el diario Liberación descubrió sus cuentas pantagruélicas en el Banco Wiese.
¿Hizo algo Fujimori? Sí: lo defendió junto a una corte vergonzosa de ministros y militares.
¿Sólo un asesor de inteligencia? Montesinos ha contado cosas muy distintas ante la comisión investigadora sobre la corrupción en el Poder Judicial.
Entre otras, que fue él quien redactó la ley de bases del gobierno golpista nacido la noche del 5 de abril. Nada menos.
En cuanto al grupo Colina: el Chino está diciendo descaradamente “desconozco mayormente”.
Desde noviembre de 1991 –Barrios Altos- la prensa de investigación sacó a luz incontables indicios y testimonios sobre la identidad de los asesinos. Y no eran rumores. Y no pasó nada. Tanto nada, que vino La Cantuta, Pedro Yauri y El Santa.
Un general en actividad, Rodolfo Robles, denunció valientemente toda esta podredumbre. ¿Qué pasó? Lo apresaron.
Después, la escandalosa ley de amnistía para salvar a los criminales. O sea, la impunidad para encubrir a todos los demás responsables de mayor jerarquía.
Movidas todas que Fujimori consintió, avaló y seguramente hasta ordenó, no porque fuera un bobo que no sabía nada.
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