Hora de correcciones
Tras la cadena gruesa de errores políticos de las últimas semanas –desde el caso Mazzetti-patrulleros hasta la compra de contenidos periodísticos en la prensa fujimontesinista-, es urgente que el gobierno recupere el estupendo clima de confianza y credibilidad con el que empezó su gestión.
Demasiado temprano están asomando sospechas sobre impericias para administrar y tomar decisiones adecuadas en distintas esferas de lo público.
También se está extendiendo peligrosamente la idea de que hay mucho más que meras coincidencias entre el oficialismo y operadores o voceros del peruano-japonés Alberto Fujimori.
El episodio Pandolfi y el vergonzoso contrato seudo publicitario con dos medios vinculados abiertamente al extraditable y a su corte de gonfaloneros han contribuido a fortalecer impresión tan negativa.
Antes de que uno y otro caso fueran destapados por la prensa, la última encuesta de la Universidad Católica (Lima, 455 personas, 30 de marzo- 1 de abril) daba una primera campanada estadística sobre los costos políticos ocasionados por los yerros anteriores: la aprobación presidencial caía 8 puntos y la del primer ministro 12, de marzo a abril.
Con lo sucedido en los últimos 15 días, no resultaría extraño que los sondeos de mayo confirmen el tobogán por el que se está resbalando el respaldo a la actual administración.
No es una situación irreversible, por cierto.
Pero cambiar el rumbo de las cosas supone básicamente mayor severidad en el escrutinio y selección de los funcionarios; tolerancia cero con corrupciones de cualquier calibre; y deslindar –en los dichos y en los hechos para que no haya trechos- con los protagonistas del régimen de la corrupción de la década pasada.
Sobre esto último, una buena señal a la mano es agotar al máximo los esfuerzos pertinentes para lograr la extradición del prófugo mayor que anda de inquilino en Chile.
Empezar, pues, a corregir todo esto de inmediato porque ni la atención ni el esfuerzo del régimen puede distraerse y desgastarse tan tontamente cuando hay problemas de mayor trascendencia.
Lo ocurrido en Ancash durante el paro de 48 horas es un ejemplo tan elocuente como lamentable. Dos muertos, heridos, detenidos y pérdidas millonarias cuando las demandas regionales bien pudieron ser sentadas en una mesa de negociación y diálogo como ocurrió con otros reclamos pocos meses atrás.
Otro muerto y siete policías heridos por narcoterroristas en el Alto Huallaga durante una jornada de erradicación de cultivos. Y paro general anunciado en la zona para la próxima semana. ¿Otro desmadre en la cuenca cocalera?
Nadie le está imponiendo la agenda al gobierno. Se le está descompaginando solo. Correcciones y punto.
Tras la cadena gruesa de errores políticos de las últimas semanas –desde el caso Mazzetti-patrulleros hasta la compra de contenidos periodísticos en la prensa fujimontesinista-, es urgente que el gobierno recupere el estupendo clima de confianza y credibilidad con el que empezó su gestión.
Demasiado temprano están asomando sospechas sobre impericias para administrar y tomar decisiones adecuadas en distintas esferas de lo público.
También se está extendiendo peligrosamente la idea de que hay mucho más que meras coincidencias entre el oficialismo y operadores o voceros del peruano-japonés Alberto Fujimori.
El episodio Pandolfi y el vergonzoso contrato seudo publicitario con dos medios vinculados abiertamente al extraditable y a su corte de gonfaloneros han contribuido a fortalecer impresión tan negativa.
Antes de que uno y otro caso fueran destapados por la prensa, la última encuesta de la Universidad Católica (Lima, 455 personas, 30 de marzo- 1 de abril) daba una primera campanada estadística sobre los costos políticos ocasionados por los yerros anteriores: la aprobación presidencial caía 8 puntos y la del primer ministro 12, de marzo a abril.
Con lo sucedido en los últimos 15 días, no resultaría extraño que los sondeos de mayo confirmen el tobogán por el que se está resbalando el respaldo a la actual administración.
No es una situación irreversible, por cierto.
Pero cambiar el rumbo de las cosas supone básicamente mayor severidad en el escrutinio y selección de los funcionarios; tolerancia cero con corrupciones de cualquier calibre; y deslindar –en los dichos y en los hechos para que no haya trechos- con los protagonistas del régimen de la corrupción de la década pasada.
Sobre esto último, una buena señal a la mano es agotar al máximo los esfuerzos pertinentes para lograr la extradición del prófugo mayor que anda de inquilino en Chile.
Empezar, pues, a corregir todo esto de inmediato porque ni la atención ni el esfuerzo del régimen puede distraerse y desgastarse tan tontamente cuando hay problemas de mayor trascendencia.
Lo ocurrido en Ancash durante el paro de 48 horas es un ejemplo tan elocuente como lamentable. Dos muertos, heridos, detenidos y pérdidas millonarias cuando las demandas regionales bien pudieron ser sentadas en una mesa de negociación y diálogo como ocurrió con otros reclamos pocos meses atrás.
Otro muerto y siete policías heridos por narcoterroristas en el Alto Huallaga durante una jornada de erradicación de cultivos. Y paro general anunciado en la zona para la próxima semana. ¿Otro desmadre en la cuenca cocalera?
Nadie le está imponiendo la agenda al gobierno. Se le está descompaginando solo. Correcciones y punto.
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