19.1.08


Memoria Del Castillo

No ha sido poco lo dicho por el primer ministro aprista Jorge del Castillo en la decimotercera audiencia del juicio que encara, cada vez con mayores problemas y más cinismo desfachatado, Alberto Fujimori.
Con lujo de detalles, el jefe del gabinete ha rememorado el cobarde asalto a la casa del presidente Alan García la noche infame del golpe del 5 de abril de 1992.
El estuvo ahí. Enfrentó las botas prepotentes ahí. Fue amenazado y secuestrado ahí.
En suma, fue ahí, esa noche y durante los cinco días siguientes, testigo y protagonista excepcional de un plan siniestro de aniquilamiento y persecución, urdido en las cumbres del poder parido con la decapitación del régimen democrático.
Del Castillo ha referido, sin medias tintas ni titubeos, que el operativo militar contra Alan García tuvo un objetivo evidente: eliminarlo físicamente.
Acaso la denuncia ya ha circulado en tiempos pasados, pero es la primera vez que es lanzada no sólo en un contexto de severo juicio por graves violaciones de los derechos humanos sino que queda ahora encuadrada en un relato pormenorizado de primera mano.
La descripción de hechos y circunstancias realizada por el Premier delata el establo de brutalidad y bandolerismo que se entronizó con el aval y entusiasmo de Fujimori.
Porque el despliegue militar asesino contra AGP no fue, pues, el exabrupto o desmán de un oficial fuera de sus casillas como consecuencia de un febril trance golpista y antiaprista. No pues. No hay sitio para tamaña bobería.
El plan fue concebido meticulosamente, a todas luces, en las alturas asaltadas con nocturnidad por la pandilla que lideraron Fujimori y Montesinos.
Jorge del Castillo lo ha demostrado: una resolución, suscrita por el ex general Hermoza Ríos, disponiendo el secuestro de varias personas “por órdenes superiores”.
Y con descaro digno de mejor causa, César Nakazaki intenta la defensa afirmando que no hubo secuestro sino “detención ilegal” en el caso del actual presidente del Consejo de Ministros.
Y Carlos Raffo –el de la internacionalización del fujimorismo cuando Alberto Kenya postuló al Senado japonés– acusa al gobierno de inamistoso y hostil. ¡Vaya ostra!
Por supuesto, el jefe de ambos asegura que nunca supo nada y jamás ordenó semejantes actos de violencia política.
Cuando se conoció todo lo que pasó aquella noche en casa de Alan García, ¿hizo algo entonces Fujimori para sancionar a los responsables de tanta tropelía bestial? ¿Dijo algo después? No pues. Silencio cómplice.
Además, más que buena la refrescada de memoria para algunos compañeros.

No hay comentarios.: