Reformas saboteadas
Una vez más, lamentablemente, la imagen del Congreso termina empañada, al cabo de la legislatura 2007-2008, por la actitud necia y chantajista de un grupo de legisladores de las filas del nacionalismo y upepismo.
En realidad, más de lo mismo como en tantas otras ocasiones.
Batahola sin ton ni son, chilla destemplada, carteles entre demagógicos e impertinentes, forcejeos y empujones repletos de patetismo y un largo etcétera circense que el país no merece.
Los seguidores nacionalistas de Ollanta Humala y sus ex socios electoreros de UPP –que, a estas alturas, no se sabe qué ni a quién siguen-, han saboteado con todo desparpajo el inicio del debate sobre una serie de reformas constitucionales, que se supone fueron previamente acordadas, entre todas las bancadas, en la Junta de Portavoces.
Al parecer, la orden para la maniobra en el pleno de esta semana, provino a última hora de los círculos más encumbrados del nacionalismo.
O sea boicotear a como de lugar enmiendas importantes en la Constitución de 1993.
De contrabando, el PNP y la UPP intentaron incluir también cambios constitucionales en el capítulo económico, caso contrario nada de lo anteriormente consensuado pasaba en el hemiciclo.
Y en el colmo del facilismo provocador, han exigido la puesta en vigencia de la Carta Magna de 1979.
Es decir, obstruccionismo mondo y lirondo, y nada de oposición en serio.
Es cierto que la ley de leyes del 93 es hija del golpismo abrilista y que fue promulgada durante el régimen vergonzoso y corrupto que encabezó Alberto Fujimori.
Desgraciadamente esa no es razón suficiente para retornar al texto de 1979, concebido 30 años atrás cuando el país y el mundo eran otros muy distintos.
Y anteponer nostalgias históricas a los intereses del país tampoco es dable. En un momento como el actual, no hay tiempo ni sitio para saltos hacia atrás de tal temeridad.
Lo sensato era y es, precisamente, emprender las reformas que modernizaran y democratizaran –por lo menos en lo inmediato- la actual Constitución.
Una nueva, como han venido reclamando muchos, sólo podría nacer de la elección de otro Parlamento investido de poderes constituyentes.
Porque dada la actual dispersión y fragmentación de fuerzas legislativas, resulta ingenuo hasta la médula imaginar que del actual seno parlamentario surgirán consensos mínimos para sacar adelante un nuevo cuerpo constitucional.
Además del espectáculo bochornoso de los días pasados, nacionalistas y upepistas le han dado la espalda al país, evitando elevar el nivel de seguridad jurídica.
Un sabotaje politiquero testarudo que los pinta de cuerpo entero. Otra vez.
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