Después del “Moqueguazo”
Una enorme movilización popular que ha durado ocho días, vías bloqueadas, decenas de policías secuestrados por los pobladores, varios heridos y pérdidas materiales que suman casi S/. 100 millones.
O sea todo un “Moqueguazo”, acaso la más seria y grave rebelión regional en lo que va de la actual administración de gobierno.
Felizmente, no hubo esta vez muertes que lamentar como en el “arequipazo” de 2002.
Sin embargo, la protesta moqueguana de estos días puede convertirse en el peligroso espejo en el que otras regiones empiecen a mirarse a partir de ahora para que muchos de sus reclamos sean efectivamente atendidos.
Porque las causas o motivos de lo ocurrido recientemente en Moquegua no son la excepción.
La Defensoría del Pueblo calcula, a la fecha, que hay más de 100 conflictos sociales latentes, de los cuales poco más del 50% está activo
La mecha más corta, en este sentido, puede estar en Ancash en donde, desde hace buen rato, el tema de los remanentes mineros viene caldeando y soliviantando ánimos, especialmente de la mano de las principales autoridades y dirigencias departamentales.
Puede estar casi cantado dónde estará el próximo epicentro de convulsión social. Y, sin duda, pueden haber muchos más en camino.
Sin ir muy lejos, los tacneños –a través de su presidente Hugo Ordóñez- ya han comenzado a expresar su malestar por los acuerdos alcanzados para resolver la crisis moqueguana, pues sienten que los perjudicarán.
Sería lamentable que la solución en un lado termine rebotando como conflicto en el otro, a la vuelta de las horas o los días.
Es cierto que el gobierno ha conjurado a través de una mesa de negociación la delicada situación suscitada.
Ha mediado de emergencia entre lo público y lo privado.
Y Moquegua ha obtenido resultados para sus demandas: no sólo contabilidad separada –respecto de Tacna- del canon y regalías mineras a partir de 2009 (pero S/.105 millones este 2008), sino también proyectos de inversión por más de S/. 80 millones; proyectos de alto impacto social en las zonas más pobres y mejoras importantes en los aportes voluntarios al Fondo Minero de Solidaridad para los distritos más expuestos a la actividad minera.
Nada mal visto desde los intereses de la región, pero de ninguna manera la fórmula levantisca puede convertirse de ahora en adelante en el mecanismo natural para resolver conflictos.
¿Era previsible lo de Moquegua? Bastante pues hubo varios asomos claros en meses pasados.
Como de seguro los hay en otras zonas del país. El gobierno tiene que adelantarse y tomar la iniciativa antes de un próximo estallido social.
Una enorme movilización popular que ha durado ocho días, vías bloqueadas, decenas de policías secuestrados por los pobladores, varios heridos y pérdidas materiales que suman casi S/. 100 millones.
O sea todo un “Moqueguazo”, acaso la más seria y grave rebelión regional en lo que va de la actual administración de gobierno.
Felizmente, no hubo esta vez muertes que lamentar como en el “arequipazo” de 2002.
Sin embargo, la protesta moqueguana de estos días puede convertirse en el peligroso espejo en el que otras regiones empiecen a mirarse a partir de ahora para que muchos de sus reclamos sean efectivamente atendidos.
Porque las causas o motivos de lo ocurrido recientemente en Moquegua no son la excepción.
La Defensoría del Pueblo calcula, a la fecha, que hay más de 100 conflictos sociales latentes, de los cuales poco más del 50% está activo
La mecha más corta, en este sentido, puede estar en Ancash en donde, desde hace buen rato, el tema de los remanentes mineros viene caldeando y soliviantando ánimos, especialmente de la mano de las principales autoridades y dirigencias departamentales.
Puede estar casi cantado dónde estará el próximo epicentro de convulsión social. Y, sin duda, pueden haber muchos más en camino.
Sin ir muy lejos, los tacneños –a través de su presidente Hugo Ordóñez- ya han comenzado a expresar su malestar por los acuerdos alcanzados para resolver la crisis moqueguana, pues sienten que los perjudicarán.
Sería lamentable que la solución en un lado termine rebotando como conflicto en el otro, a la vuelta de las horas o los días.
Es cierto que el gobierno ha conjurado a través de una mesa de negociación la delicada situación suscitada.
Ha mediado de emergencia entre lo público y lo privado.
Y Moquegua ha obtenido resultados para sus demandas: no sólo contabilidad separada –respecto de Tacna- del canon y regalías mineras a partir de 2009 (pero S/.105 millones este 2008), sino también proyectos de inversión por más de S/. 80 millones; proyectos de alto impacto social en las zonas más pobres y mejoras importantes en los aportes voluntarios al Fondo Minero de Solidaridad para los distritos más expuestos a la actividad minera.
Nada mal visto desde los intereses de la región, pero de ninguna manera la fórmula levantisca puede convertirse de ahora en adelante en el mecanismo natural para resolver conflictos.
¿Era previsible lo de Moquegua? Bastante pues hubo varios asomos claros en meses pasados.
Como de seguro los hay en otras zonas del país. El gobierno tiene que adelantarse y tomar la iniciativa antes de un próximo estallido social.
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