En julio tampoco hay milagros
Las secuelas políticas del Moqueguazo y del paro del pasado 9 de julio, de un lado, y los asomos de un rebrote inflacionario, de otro, le pueden estar complicando el escenario al oficialismo cuando está por cumplir dos años de gestión gubernamental.
La mezcla de insatisfacción e impaciencia sociales acumuladas –especialmente en los sectores de menores ingresos- con precios de productos básicos en aumento, es una variable a incluir en el radar del gobierno de cara al tercer año de mandato que se estrenará el próximo 28 de julio.
No es que el paro haya sido un éxito rotundo o un fracaso completo. Ni lo uno ni lo otro. Las mediciones de la protesta dan cuerda por igual para una y otra parte.
Los sondeos han registrado más o menos lo mismo. El IOP de la Universidad Católica señala que 51% en Lima ha simpatizado con la jornada auspiciada por la CGTP; en cambio, el GOP de la Universidad de Lima detecta que 42% ha estado de acuerdo y 56.5% en contra.
Pero más allá de estadísticas, lo cierto es que el gobierno cometió yerros impensables –como en el Moqueguazo- que le han impedido cosechar réditos políticos frente al discurso opositor radical.
La cumbre en esta escala de metidas de pata ha sido, sin duda, el ya famoso vladispot antiparo. Y más, ensayar una defensa necia del desaguisado.
La idea, además de su redonda bobería, fue contraproducente por los cuatro costados: dejó políticamente solo al gobierno ante la agitadores del bla bla bla cegetepista.
Tan solo que, según sumas y restas de votos, está viendo peligrar su permanencia en la presidencia del Congreso, sobre todo tras la presentación del premier y del ministro del Interior.
Al mismo tiempo y en paralelo, nuevas señales inflacionarias también estarían mellando los niveles de aprobación presidencial: entre 6% y 7% de caída según IOP y GOP de junio a julio.
Sin embargo, la novedad preocupante ahora es que el aumento de precios tendría un componente interno y no sólo importado. Es decir, una demanda interna en expansión sin freno ni pausa.
El BCR, a través de su presidente Julio Velarde, piensa que no es sostenible crecer a tasas de 10% indefinidamente y sugiere la necesidad de desacelerar el gasto privado.
Por su parte, el FMI advierte que el alza de precios de los alimentos en los mercados internacionales se mantendrá a mediano o largo plazo.
Menos errores políticos y mucho pulso firme pero fino en el manejo de la política es lo que requiere el tercer año de gobierno.
Las secuelas políticas del Moqueguazo y del paro del pasado 9 de julio, de un lado, y los asomos de un rebrote inflacionario, de otro, le pueden estar complicando el escenario al oficialismo cuando está por cumplir dos años de gestión gubernamental.
La mezcla de insatisfacción e impaciencia sociales acumuladas –especialmente en los sectores de menores ingresos- con precios de productos básicos en aumento, es una variable a incluir en el radar del gobierno de cara al tercer año de mandato que se estrenará el próximo 28 de julio.
No es que el paro haya sido un éxito rotundo o un fracaso completo. Ni lo uno ni lo otro. Las mediciones de la protesta dan cuerda por igual para una y otra parte.
Los sondeos han registrado más o menos lo mismo. El IOP de la Universidad Católica señala que 51% en Lima ha simpatizado con la jornada auspiciada por la CGTP; en cambio, el GOP de la Universidad de Lima detecta que 42% ha estado de acuerdo y 56.5% en contra.
Pero más allá de estadísticas, lo cierto es que el gobierno cometió yerros impensables –como en el Moqueguazo- que le han impedido cosechar réditos políticos frente al discurso opositor radical.
La cumbre en esta escala de metidas de pata ha sido, sin duda, el ya famoso vladispot antiparo. Y más, ensayar una defensa necia del desaguisado.
La idea, además de su redonda bobería, fue contraproducente por los cuatro costados: dejó políticamente solo al gobierno ante la agitadores del bla bla bla cegetepista.
Tan solo que, según sumas y restas de votos, está viendo peligrar su permanencia en la presidencia del Congreso, sobre todo tras la presentación del premier y del ministro del Interior.
Al mismo tiempo y en paralelo, nuevas señales inflacionarias también estarían mellando los niveles de aprobación presidencial: entre 6% y 7% de caída según IOP y GOP de junio a julio.
Sin embargo, la novedad preocupante ahora es que el aumento de precios tendría un componente interno y no sólo importado. Es decir, una demanda interna en expansión sin freno ni pausa.
El BCR, a través de su presidente Julio Velarde, piensa que no es sostenible crecer a tasas de 10% indefinidamente y sugiere la necesidad de desacelerar el gasto privado.
Por su parte, el FMI advierte que el alza de precios de los alimentos en los mercados internacionales se mantendrá a mediano o largo plazo.
Menos errores políticos y mucho pulso firme pero fino en el manejo de la política es lo que requiere el tercer año de gobierno.
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